Madrid, 25 de Octubre.- El Real Madrid firmó un baño futbolístico al Barcelona que el marcador apenas insinúa. Desde el pitazo inicial, el equipo de Xabi Alonso mandó en la presión, en la posesión útil (sin marear la pelota) y en las áreas. El 1–0 llegó con la jerarquía esperada: Bellingham filtra, Mbappé define. El Bernabéu olió goleada.

El único rato azulgrana apareció cuando Arda Güler se entretuvo en la frontal, perdió un balón que Fermín convirtió en el 1–1. Fue una anécdota dentro de un monólogo blanco. Antes del descanso, otra vez Bellingham, oportunista, empujó el 2–1 para devolver la lógica al marcador.

La segunda parte acentuó el sentido único: Szczęsny detuvo un penal a Mbappé, el Madrid celebró un gol que el VAR anuló y otro penal inicialmente señalado acabó siendo retirado en una decisión como mínimo discutible. El Bernabéu habló de “tres celebraciones al limbo”: el dominio era tal que los blancos llegaban, marcaban y… el VAR corregía. Mientras tanto, el Barcelona no generó casi nada: ni secuencias largas de pase en campo rival ni ocasiones claras.

El final fue el epílogo esperado tras la semana: tangana con protagonistas de ambos bandos y miradas cruzadas; Lamine Yamal, que días atrás sugirió que “el Madrid roba y se queja”, acabó tragándose sus palabras tras un partido en el que no apareció. El Madrid, en cambio, sí: equipo serio, superior en juego y en resultado, líder más líder y con la sensación —esta vez avalada por el césped— de que el clásico tuvo un dueño claro.