Madrid, 2 de agosto.- En medio de la controversia que rodea a la boxeadora argelina Imane Khelif, la abogada madrileña especialista en temas deportivos internacionales, Irene Aguilar, del despacho Uno One Legal, ha aportado su análisis experto sobre el caso. Khelif, quien recientemente ganó una pelea contra una rival italiana, ha sido acusada de ser hombre o de tener cromosomas XY, lo que ha generado un gran revuelo en el mundo del boxeo.
En una serie de tuits, Aguilar profundizó en las diferencias biológicas entre hombres y mujeres en el deporte, destacando que “los hombres tienen un 50% más de fuerza y esto es una ventaja en el deporte”. Estas declaraciones han avivado el debate sobre la equidad y la inclusión en las competiciones deportivas.
Aguilar explicó que, en los mamíferos, suele ser común que el macho sea mayor que la hembra debido, en parte, a la testosterona. A partir de la pubertad, los niveles de testosterona en los hombres aumentan y se estabilizan alrededor de 20 veces más altos que en las mujeres. Los niveles habituales de testosterona en una mujer oscilan entre 0,12 y 1,79 nanomoles por litro de sangre, mientras que en los hombres, estos niveles van de 7,7 a 29,4.
La testosterona produce un desarrollo físico que resulta en mayor altura, masa total y muscular, densidad ósea y muscular, pulmones y corazón más grandes, menor masa grasa, hombros y tórax más anchos, y caderas más estrechas en los hombres. Esto se traduce en que los hombres son un 50-60% más fuertes, un 10-15% más rápidos y tienen una capacidad 30-40% mayor para producir fuerza y potencia.
Esta ventaja física se refleja en diferentes disciplinas deportivas con variaciones significativas. Por ejemplo, los hombres tienen una ventaja del 10-13% en remo, natación y carrera; un 16-22% en ciclismo, tenis y fútbol; un 29-34% en voleibol, balonmano y halterofilia; y más del 50% en béisbol y hockey.
Aguilar ilustró su punto con datos de los últimos Juegos Olímpicos. Si las competiciones hubieran sido mixtas, las mujeres ganadoras de medallas de oro en maratón habrían quedado en la posición 71; en natación en aguas abiertas, en la 23; y en triatlón, en la 49 de 51 participantes. En disciplinas de atletismo como 100m, 400m y 800m, ninguna mujer se habría clasificado para las semifinales.
Estos datos subrayan la complejidad de encontrar un equilibrio entre la inclusión y la justicia en el deporte. Aunque la ciencia puede proporcionar datos sobre las diferencias físicas, la cuestión de cómo integrarlos en las políticas deportivas sigue siendo un desafío considerable para las autoridades competentes.
En el artículo publicado en Iusport, Aguilar detalla que, aunque no se puede confirmar ni desmentir la acusación sin pruebas médicas concretas, el caso de Khelif pone de manifiesto la necesidad de revisar y, posiblemente, reformar las regulaciones en torno a la participación de atletas con diferencias en el desarrollo sexual (DSD).
El debate no es nuevo, pero casos como el de Khelif subrayan la complejidad de encontrar un equilibrio entre la inclusión y la justicia en el deporte. Aguilar concluye que, si bien la ciencia puede proporcionar datos sobre las diferencias físicas, la cuestión de cómo integrarlos en las políticas deportivas sigue siendo un desafío considerable para las autoridades competentes.
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